VÍAS FERRATAS
Una vía ferrata es un itinerario tanto vertical como horizontal (franqueo) equipado con diverso material: clavos, grapas, presas, pasamanos, cadenas, puentes colgantes y tirolinas, que permiten el llegar con seguridad a zonas de difícil acceso para senderistas o no habituados a la escalada. La seguridad corre a cargo de un cable de acero instalado en toda la vía y el arnés provisto de un disipador de energía y mosquetones especiales de vía ferrata (marcados con una k) que aseguran en caso de caída.1 La zona clásica de vías ferratas se encuentra en los Dolomitas, los Alpes Italianos, aunque también las encontramos en gran número en Francia, Suiza, Alemania y poco a poco en España.
La primera vía ferrata en sí se instaló en 1843 en Austria cuando se prepara la vía más utilizada al pico Hoher Dachstein, con la finalidad de hacerlo más accesible. Posteriormente, se equiparon vías en el monte Großglockner (Austria) en 1869, y en la Marmolada (Italia) en 1903. Posteriormente en la Primera Guerra Mundial se equipan senderos con fines militares en Los Dolomitas, en la guerra Austrohúngaro contra Italia, hasta que el fin de la guerra convirtió estos caminos en senderos deportivos y de ocio.
En España, pioneros como Antonio García Picazo, instalaron las primeras vías ferratas a partir de 1990. Una de las primeras fue instalada en la Montaña de Montserrat, la Vía ferrata Teresina, si bien otros caminos fueron equipados anteriormente en la Sierra del Cid, Sierra de Guara y en el Parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, las conocidas clavijas de Cotatuero, instaladas por el herrero de Torla Bartolomé Lafuente y Miguel Bringola a instancias de un cazador inglés a finales del XIX en 1881. Son un total de treinta y dos hierros entre clavijas y alguna grapa, que salvan una pared con un gran patio en el circo final de Cotatuero.